6/3/11

EL VIAJE II

  
Autor: © Jesús Alejandro Godoy

...Cuando la golondrina alzó vuelo batiendo sus alas con un sonido quedo, el maestro bajó la mirada a sus manuscritos y suspiró levemente. El discípulo miraba el irse del ave, cuando el maestro le preguntó:
—Ahora que has vuelto de tu viaje; dime ¿Qué es la belleza?
—la belleza es la búsqueda permanente del que se considera poco agraciado y la bendición del que la posee; más, la belleza es una sola, y dispersa está en los ojos de quienes la aprecian como tal. Algunos, verán belleza en el felino cruel al momento de matar; y otros, en el viento indómito haciendo bailar las olas en un océano tempestuoso; otros, verán belleza en el cuerpo desnudo de su amada o en la sonrisa de su hijo. Sin embargo, toda belleza es pasajera —miró nuevamente hacia la ventana desde donde se apreciaba el gran Himalaya y continuó—: porque finalmente, el felino comerá y luego expulsará a su presa a través de su cuerpo, el viento cesará y el océano visitará el silencio; la amada se vestirá y no quedará de ella nada más que la estela de su perfume; y el hijo, finalmente fruncirá su ceño y se irá con su alegría hacia otros momentos...
El maestro sin levantar la vista, asintió con un leve ademán de su cabeza y volvió a preguntar:
—Entonces, ¿Qué es la belleza?
—La belleza es, saber que no se es poseedor de ninguna belleza y ser consciente, de que todo cesará en algún momento: no se es jamás enteramente bello y tampoco enteramente poco agraciado; la fealdad como la belleza son las notas de una misma sinfonía y los componentes secretos del vino más exquisito. No existe una sin la otra ¿Cómo saber si alguien o algo es bello, sin haber degustado la fealdad? ¿Cómo saber si la fealdad no es en sí, la facultad que Dios esconde en las almas que son más complejas y bellas? ¿Cómo saber si no es en realidad la belleza, el desconcierto que asume el cuerpo mientras el alma muere a merced de algo que se irá a través de los años? La belleza es simplemente, como todo don, un regalo que prontamente dejará de servirnos y nos dejará desnudos para que nos vean tal cual somos... Pobre de aquellos que elijan a través de la belleza porque conocerán la verdadera fealdad; pobre de aquellos que elijan a través de la fealdad, porque jamás verán sus manos colmadas de momentos alegres. La belleza, maestro —agregó el discípulo con una sonrisa—, es el viento que hoy nos toca la frente y sigue su camino hacia el río, hacia la montaña y se pierde por ahí, hasta que desata las vendas de los ojos de alguien que un día se cruzará en nuestro camino y nos verá tal cual somos: desnudos, en el tiempo; y si ése ser nos sigue eligiendo, ése será nuestro regalo más preciado... Ésa es la única belleza.
El maestro sonrió levemente. Sin mirar al discípulo tomó la taza de té entre sus manos, dio un sorbo pequeño y volvió la mirada a sus escritos, pero ésta vez, tomó su pluma y empezó a escribir pausadamente.
—Ahora que has vuelto de tu viaje, dime ¿Qué es, tener?
—Poseer es no poseer nada; tener, es saber que no se tiene nada en realidad, porque todo lo que tenemos a sido conseguido con nuestras ciencias, nuestro esfuerzo y conocimiento, y todo lo que hemos conseguido a través de ellos, como nuestras casas, nuestro dinero, nuestro automóvil, y nuestras más preciadas posesiones, es del tiempo y de los días que poco a poco los van consumiendo; sin embargo, nuestro saber es imperecedero hasta el fin de nuestra historia y con él, podremos siempre conseguir más casas, más dinero, más automóviles y más posesiones, si es, que en algún momento las hubiéramos perdido. Es así, que nuestro saber es irremplazable, y sin bien, en algún momento él viajará hacia el éter con nuestra conciencia, es el único medio para conseguir tener.
El maestro escribió algo y asintió con su cabeza. Alzó la vista y miró hacia el gran ventanal. Había empezado a nevar, era la primera nevada desde que el discípulo había regresado de Argentina.
—Entonces dime... ¿Qué es tener? —preguntó el maestro sin dejar de mirar como caían los primeros copos de nieve—.
—Tener, es saber que somos un medio pasajero para hacer cosas en el mundo; tener, es conocer el fundamento de que no tenemos nada, ni aún lo externo que los demás ven de nosotros, ya que eso también es de los días... Tener, maestro, es liberarse de las ataduras de lo material; y llevarse; como único regalo al momento de partir, lo que se tiene en el alma, donde se guarda el verdadero secreto de tenerlo todo y a la vez, donde se guarda el secreto de no ser dueño de nada en absoluto.
El maestro sonrió.
—Ahora que has vuelto de tu viaje... —el maestro hizo silencio, extendió la mano y el discípulo lo miró expectante, esperando una nueva pregunta—, ¿Me podrías dar un poco más de ése manjar al que llamas dulce de leche?
El discípulo sonrió e hizo una reverencia.
Se puso de pie, y mientras caminaba hacia su morral, el maestro le preguntó:
—Y ahora que has vuelto de tu viaje, dime, ¿Qué es viajar...?
El discípulo sabía, que las preguntas de su maestro recién estaban empezando. Sonrió.
“Pronto oscurecerá” pensó. Volvió, se sentó frente a su maestro en posición de flor de loto, colocó el dulce frente a sus pies, suspiró y empezó a decir:
—Viajar...

El viento, fuera, empezó a soplar con fuerza llevando en su canto la belleza de una sinfonía; mientras que, muy cerca de allí, un monje ya anciano, daba su último suspiro con una enorme sonrisa y en paz, pues sabía muy bien, que su alma viajaría ahora completa, repleta de lo más importante que se podía tener.

16/2/11

ESPEJISMOS

  
Autor: © Jesús Alejandro Godoy

“¿Es realmente así?” me pregunta con sus ojos abiertos de par en par, sorpresivos e inquisitivos.
“¡Cuéntame!” me apresura; pero, le digo que no puedo, por que va contra de la realidad de lo que ella entiende...
Entonces, me mira y me dice algo más que decidida: “¡Eso lo tendrías que haber pensado antes de ponerte ese disfraz!”

La miro.

Estallo en carcajadas y le digo que es verdad. Que tiene razón, por que yo, he traspasado el límite de lo que se llama o se hace llamar la “realidad real”
Quedamos en silencio, la atisbo. Sonríe.
Mi amiga tiene cinco años recién cumplidos y es toda una pensadora.
Me pregunto de dónde habrá salido y por qué extraña razón está aquí. Pero es ella; lo sé... La examino, ella es un milagro, es hermosa y ya desearía parecérmele un poco; pero sé, es imposible; es perfecta, como todos los que la rodean; y, sin embargo, en sueños me ve, sabe que soy parte de su ser; pero soy por que ella me hace ser, me da vida, me elige, me atiende y hace latir mis esperanzas.
Miro el cielo, bajo él, sus ojos miel y su cabello crespo no hacen más que resaltar su belleza; ve todo como tendría que ser, y no como es.
Me ve y la veo. Juega con su cabello y con sus pómulos como si fueran para moldear, abre la boca y me muestra sus pequeños dientes. Me dice que saque la lengua, que cierre la boca haciendo una mueca y que abra bien los ojos; me ve, se ve en mí y sonríe.
—Cuéntame —me dice tomándome la mano.
—Bien... —empiezo a decir, pero ella poniéndose de pie y frente a mí me interrumpe—: debo decir... que es un excelente disfraz. Mira mi ambo y mis pantalones gris topo. Mira mis zapatos. —Bueno no tan excelente... pero... sí bueno —continúa—. Miro mis zapatos: son blancos con borlas de cuero colgando y suela dura, como esos zapatos que se usan para hacer baile de salón. Entiendo lo de “bueno”; pero no sé... a mí, me gustan los zapatos blancos.
Pienso que para acentuar mi vestimenta tendría que haber adornado mi mollera con un buen sombrero, pero seguramente eso habría llamado mucho la atención...
—Gracias —digo. Ella sonríe una vez más y a horcajadas empieza a examinar el césped. Yo, espero a que termine, pero me mira y me dice:
—¿Y?
No puedo más que estallar en carcajadas nuevamente.
Me pregunto como es que ella domina a voluntad las situaciones, siendo que yo, soy tan temeroso de lo que pueda suceder... Sí... debo decirlo, yo tengo miedo, mucho miedo, por que no sé lo que pueda suceder, temo a lo que veo, por que todo es muy extraño; tal vez por que veo extraños seres parecidos a mí, pero que en realidad llevan en su interior algo tan odiosamente diferente que los hace...

—¿Y...? ¿Vas a contarme...? ¿O no? —me pregunta con sus bracitos cruzados sobre su vestido azul con bolados rosas—. Me mira fijamente, no existe nada en su mirada que no sea comprensión y amor. Lo sé, lo siento; llega hasta mí, me conoce.
—Bien —digo una vez más y reacomodo mi corbata—, eeee... esss... creo... hummmm... ehhhh... ¡Sí!
Ella salta, ríe tanto que las lágrimas de sus ojos mojan su piel como diminutas cataratas. Entrelaza sus manos, se tapa los ojos y vuelve a reír.
Yo río también.
Cerca de ahí, un enorme abedul le da cobijo a un búho tempranero que parece mirarme atentamente; pero luego, veo que en realidad la mira a ella.
El sol está vestido de naranja y muy cerca de él se ve todo distorsionado por el vapor que enajena la visión y hace aparecer esos espejismos que sé, hacen confundir los lugares yermos con oasis. Creo que eso a veces sucede con las personas también, pero eso es otro tema.
Extrañamente, un gato gris se acerca y se sube en una de las hamacas vacías de la plaza de Ituzaingó y parece quedarse a escuchar la conversación. Nos mira, voltea su cabeza una y otra vez y se queda ahí; se acicala, maúlla; no lo sé, pero parece reír. Todo está tranquilo.
—Nosotros... empiezo diciendo y me aclaro la garganta—, yo... ehhh... sí... soy así...
—¿Así cómo? —me pregunta.
—Soy... un poco tímido —digo y reacomodo un poco mi cabello—.
—Ahhh —exclama. No parece creerme, se acerca, me mira con ternura y me hace señas para que me acerque. Me toma el rostro con sus manitos y me dice—: No temas. Cuéntame, sabes que puedes confiar en mí—.

Sé que puedo confiar en ella; lo sé.

Miro al gato, que se ha quedado mirando atentamente al sol, no sé por qué razón, pero el viento, la luminosidad, los colores, me hacen recordar a un cuadro de Matisse que vi hace mucho tiempo atrás colgado en una casa de Tarragona, España.
Se lo habían obsequiado a la viuda de un íntimo amigo de Picasso, el cual, lo tenía en su estudio, guardado como una joya.
La mujer, antes de irse, me había señalado el cuadro y había dicho que quería dormir en ese mundo de colores, en ese mundo donde todo era luz y totalidad de sentimientos. No recuerdo lo que le había dicho en ese momento; pero lo que sí recuerdo, era que ambos antes de partir tratamos de atrapar en nuestras mentes y en nuestros corazones el aroma del mediterráneo que se colaba por la ventana de la casa y luego...
—¿Y? ¿Me vas a contar? —ahora mi amiga está con sus brazos en forma de tetera; la delgada y pequeña suela de su zapato marrón golpetea impaciente contra una pequeña piedra que está muy cerca de una farola—. ¿No confías en mí?
Entonces miro las punteras de mis zapatos blancos y le digo:
—No existen pensamientos ni ansias que el alma de por sí ya no posea o no conozca, todos lo sabemos y todos poseemos esos secretos; sabemos del bien y sabemos del mal, pero cada uno elige su propio cielo y sus propias estrellas, cada uno sabe por donde irán sus días y donde terminarán, y todos lo sabemos —me miro un poco las manos, me digo que están bien y continúo—: conocemos algunos caminos y ciertas veces creemos que conocemos todos los caminos, pero no es así, por que los caminos se transforman, cambian, se rehacen, y hasta a veces dudan de sí mismos, pero ellos jamás mueren, por que los caminantes siempre están dispuestos y jamás cesarán su búsqueda hasta que todo esté preparado para que todos los secretos sean transitados algún día por todas las almas—.
—¿Y como llegaste aquí? —me pregunta.
—He venido desde algún sitio no muy importante, donde vive lo simple y tal vez al mismo sitio he de ir —miro al búho que parece haberse quedado dormitando sobre la rama y prosigo—: no soy más importante que alguna palabra que contenga un sueño, ni más pequeño que el más grande de los colosos de piedra que alguna vez se han erigido; tengo todo lo que siempre he soñado en mis manos y la distancia entre los sueños, y lo imposible en lo que creo que es, y lo que no es... Soy como tú, hago y deshago, camino, y decido, creo en Dios pero no le dejo a Él mis decisiones; no le exijo, sino que le agradezco el poder seguir creando opciones todos las mañanas de mi vida. Ojalá algún día pueda tener la misma visión que tienes tú del mundo, por que en ti habita la verdadera fuerza y razón de hacer las cosas; y en ellas... se guarda el secreto de la realización, de la verdad, de las distancias, los horizontes y lo que en realidad es...
—¡¿En serio?! —exclama, brinca y vuelve a reír.
—En serio —le respondo—, por que todo lo que ves, se hace verdad a través de lo que realmente vale y no a través del valor que uno pretende que tenga; y así, todo lo material es nada cuando un corazón no encuentra un amor; y todo amor es poco, cuando no existe un techo que cubra las cabezas; todo tiene un valor amiga mía, pero sin embargo cada cosa encuentra su valor cuando se la mide con las ansias secretas del alma y de lo que no se ve —ambos miramos al gato que sin darnos cuenta, se ha sentado cerca y nos mira con sus ojos amarillos y sus bigotes que parecen jabalinas de plata clavadas alrededor de su pequeña nariz. Nos escucha, nos huele, se queda ahí quieto, en silencio—. Todo viene a través de Él —prosigo—, no importa su nombre ni como lo ilustren, por que todo viene desde un solo sitio, todos estamos aquí por una razón amiga mía, y ciertamente, nosotros no somos importantes, sino, lo que viene a través de nuestro ser: los dones que se han guardado en nuestros corazones, las palabras que a veces parecen que nos regala algún nuevo puerto donde buscar nuestras aspiraciones y nuestros sentimientos más sublimes que dejamos en otras almas; es lo que habla de que solamente somos puentes entre la tierra y el cielo, por donde caminan muchos misterios que habitan en el silencio de nuestros sueños... Porque mi amiga... nosotros somos los que hacemos que los lugares sean paraísos y las casas hogares y no, lo contrario... —me mira en silencio, comprende, asiente, analiza y dirige sus pensamiento; yo prosigo—: E igualmente amiga, nosotros... lo que se ve de nosotros, ha de pasar como pasa el viento sobre la hierba, o como pasa el haz de la luna en la noche clara. Quedarán para algunos amados conocidos o extraños, atuendos que hemos vestido, algunos libros que hemos escrito, algunas canciones que hemos cantado, algunos cuadros que hemos pintado, algunas obras que hemos erigido o tal vez algún sentimiento que hemos tratado de transmitir a algunos corazones; sin embargo, solamente eso quedará para ellos... ¿Pero que sucede cuando en lo que dejamos, transmitimos nuestro ser invisible...? ¿Qué sucede amiga, cuando en lo que dejamos, regalamos una parte de ése don, de esa gracia que nos fue prestada por un tiempo?
—¿Tú dices como dejar una parte nuestra? —me pregunta preocupada—.
—¡Claro...! Porque amiga... lo que se hace con verdadero amor es lo que realmente se da; y lo que se hace por compasión, por cortesía o por obligación, es lo que se espera que hagas; por que todo aquello que se hace con amor, se hace con el fuego que quema al hacedor y su alegría de hacer es la bendición del tiempo que utiliza para dejar huellas en momentos solitarios; y aunque el cuerpo esté cansado, los párpados pesen, las manos tiemblen, las dudas inunden las opciones y los dolores de nuestro ser terrenal se presenten en ese preciso momento, no podrán hacer mella en nuestros dones... es nuestro poder... por que nuestros dones subsisten por sí mismos; nosotros solamente somos un instrumento para que el Maestro se exprese, para explicar, decir, escribir, comunicar y tal vez dejar alguna huella en alguien, de que sí existe algo más de lo que se ve... de que la magia es cierta... de que la magia... existe...
Ella me mira. Sus ojos me calan el alma y yo ya siento eso que digo. Veo en ella la pasión de hacer las cosas y el amor que cambia los caminos que existen. Me repito mentalmente que jamás había visto algo tan perfectamente bello... ella, es un milagro...
Me toma la mano y sonríe. Ahora es que reparo que le falta un diente. El sol se está yendo. Sé que la veré pronto por que ella me guía, me alimenta, y da vida a mis palabras.

—¿Ya te vas? —me pregunta algo triste—.

—Sí... ya me voy... pero solamente viajo al hoy... donde siempre estaré contigo, porque entre nosotros, tú y yo, no hay ayeres ni mañanas, solamente el hoy...—le digo y le guiño un ojo—.
Salta, grita de alegría. El gato sale disparado a correr el viento y el búho abre los ojos.
—¿Mañana vendrás también disfrazado así? —me mira y señala con su dedito todo mi atuendo—.
—Sí... creo que sí... —digo y enseguida miro mis zapatos con algo de culpa—.
—¡No! ¡No lo decía por los zapatos! —exclama y ríe—. ¡Decía así, disfrazado de hombre!
—Sí... creo que sí... casi siempre nos disfrazamos... me... disfrazo de hombre —explico.
—¡¿Ennn seriiioooo?! —me pregunta admirada. Se acerca un poco más a mí, y murmurando me pregunta—: ¿Y dime...? ¿De que más, se disfrazan los ángeles?

Reímos. Ella me guía, es un milagro, y yo, ya desearía parecérmele. Solamente me quedo en silencio, a su lado, por que sé, que la magia sí existe...

14/2/11

EL VIAJE

  
Autor: © Jesús Alejandro Godoy

El monje salió un poco más que abatido de la abadía, su maestro le había negado por decimocuarta vez la posibilidad de viajar hacia esa tierra lejana de sus sueños.
El monje soñaba con viajar hacia Argentina, desde que unos viajeros perdidos se habían topado casi por casualidad con las puertas de la abadía; su maestro, les había dado techo y comida durante tres días con sus noches, y fue en una de esas noches que uno de los cuatro viajeros que a tientas hablaba un poco de nepalés, había subyugado a varios monjes con sus historias de la tierra rica y lejana donde habitaban varias personas de distintas razas en muchas ciudades y donde sobre todo, no existían problemas religiosos, por lo que el monje se imaginó caminando entre varias personas tranquilamente, ya que en su Katmandú natal, él y sus compañeros era vistos como dementes o marcianos que se dedicaban gran parte de su día y de su vida a rezar o adorar a Dios, sin que medie otro interés que el trabajar las tierras o comunicarse con entidades celestiales.
Un día después que los cuatro argentinos hubieran partido, el monje arregló su toga y se presentó ante su maestro, y como sabía que éste solamente aceptaba una sola pregunta por año vivido en la abadía, ésta debía ser muy bien formulada y sobre todo con las palabras correctas.
Cuando estuvo frente a él, el monje preguntó firme:

-¿Maestro…? ¿puedo viajar a la república de Argentina…?

El maestro sin levantar la vista del suelo le dijo: “No”

El monje se retiró sin decir palabra alguna.
En los años subsiguientes, exactamente catorce, se había repetido la escena una y otra vez.
En la última ocasión, el monje se había quedado sentado en las escaleras de la gran fuente visiblemente disgustado y casi al borde del llanto, cuando vio salir a uno de sus compañeros de la gran sala del maestro con una gran sonrisa...
El monje le preguntó a su compañero cual era el motivo de su alegría, y éste le dijo: “¡Obtuve del maestro la aprobación para viajar a España!”, y dicho esto se alejó en forma urgente para disponer su partida.
Tranquilamente, el monje reacomodó sus sandalias y casi al borde de la furia, ingresó nuevamente por la puerta de la gran sala…
El maestro sin levantar la vista de sus escritos, y antes que el monje pudiera hablar, dijo:

-eres libre para caminar, eres libre para dormir, eres libre para estudiar, eres libre para respirar, eres libre en todos los aspectos de tu vida...

-Sin embargo, tu elección fue ponerte en mis manos, y buscar una respuesta a tu solicitud; mientras que yo, solamente soy tu maestro, pero no soy el hacedor de tu vida, solamente soy el que contempla tus acciones, como el Gran Maestro contempla las mías, pero Él no elige por mí; y si yo, lo culpara a Él por mis decisiones, como en este momento tú me culpas a mí por las tuyas, tendríamos la excusa perfecta para nuestros fallos… muchacho –agregó el maestro mirando una golondrina posarse sobre una rama, venciéndola suavemente- los hacedores de las pirámides no le preguntaron a las piedras si querían apilarse, solamente las apilaron, los barcos no le preguntan al mar si pueden zambullirse en sus aguas solamente lo navegan, Dios no te ha de preguntar si puede tomar tu alma, solamente te llamará a su lado…

El silencio fue absoluto, el monje se sintió avergonzado, bajó su cabeza y caminó hacia la puerta.

-Muchacho -dijo nuevamente el maestro sin retirar la vista de sus escritos-, tu compañero no me preguntó si podía viajar a España, solamente vino a despedirse y yo le dije que si algún día volvía a la abadía me trajera un buen acero de Toledo…
El monje solamente reanudó su marcha en silencio y cerró la puerta tras de sí tranquilamente.
 Muchos años después; una mañana, un extraño monje ingresó a la abadía con un obsequio para su maestro, el cual lo recibió de manos de su discípulo con alegría y extrañeza; éste, le dijo que era “dulce de leche”, una comida autóctona de Argentina.

Los que fueron testigos de esa reunión; cuentan que luego ambos se quedaron dentro de la gran sala, hablando, sobre la vida, las golondrinas, el viaje y las decisiones…

27/1/11

DE MADRUGADA


Autor: © Jesús Alejandro Godoy

"Pensé que todo había salido bien… como yo había querido; pero, sin embargo ahora… ahora estoy aquí mirando el mar en ésta madrugada"
"Apenas sí recuerdo lo que era recordar, apenas sí recuerdo lo que era sonreír, llorar o caminar; y todo… ¡y todo parece tan poco importante ahora!"
"Y; sin embargo, aún rodeado de varios algunos conocidos, amigos, familiares… amores, me siento solo; o sea, no es que no los quiera ni los ame, sino que ésta es mi verdadera soledad, la soledad donde he vuelto a mi casa... mi verdadero hogar; y, hoy es el día que estaba esperando"

Suspiro un poco, y miro hacia atrás, miro mi casa… aquella que he dejado...

"Mucho sacrificio" pienso; pero al fin, valió la pena hacer algo con mis manos... en la playa junto al mar como lo había soñado con mi amor… mi gran amor.
"Si… desde aquí la veo llorar; pero aún así, sus lágrimas son dulces y no dicen adiós, porque siento que hay amor en su tristeza"

Y respiro un poco, y sonrío… Me sorprende un extraño delfín que practica una acrobacia partiendo las aguas con extrema belleza bajo esta luna de marzo; y el mar, me habla, y sus aguas arropan mis sentimientos. Siento como mis párpados se abren y mis pupilas se dilatan y es cuando… no tengo explicación… ése sólo momento me hizo feliz... feliz en silencio, aquí… solo.
Y recuerdo cuando vivía atormentado por el mañana, ése mañana que nunca llegó; y por esas… esas preocupaciones tan estúpidas: dinero, poder, un escalón más, luchar, fingir…

No puedo retener la carcajada que se forma en mis labios, y río, y lloro…
Río porque no puedo creer que fui tan necio; lloro, porque parezco un sujeto salido de alguna novela cómica, corriendo la vida siempre, tratando de no quedar atrás…
Recordé algo, la seriedad me nubla y palpo mi barbilla -que por cierto tiembla mucho-
Detengo mi andar junto a un risco y pienso: "¿Cuándo fue la última vez que miré al cielo, y agradecí a Dios…?"
Y recuerdo si, cuantas veces creí ser golpeado por Dios; y, sin embargo, yo era el único actor que se transformaba en bueno, que vestía su alma de malo, de rico, de pobre… mis decisiones… libre albedrío… ¡Por Dios… era tan simple!
-Ja, ja, ja, ja… ¡Soy feliz, soy feliz! -grito con todas mis fuerzas. El delfín responde haciendo una acrobacia sobre su cola haciendo chasquidos y silbidos. Lo saludo y río como jamás lo hice-.
¡Al final comprendí que soy único, que soy el artífice de mi vida…! ¡Mi vida… mi vida que recién está empezando!
¿Cuántas cosas dejé en el camino…?
Toco mi frente, y no lo puedo creer.
Miro alrededor y levanto mis brazos, giro una vez, otra vez.
"¡Si todo esto fue por mí y para mí!" pienso.
"¿Cuándo he sido pobre?, ¿Cuándo he sido rico?, ¡Sino ante la mirada de los que creen que son ricos o pobres!"
"¿Cuánto tiempo…?"
Y bajo la vista… me acongojo.
"Sí… cuánto tiempo desperdiciado"
"Cuanto tiempo pensando en lo que nunca fue, en lo que era, y en lo que me atormentaba"
"Y recién ahora me doy cuenta… me doy cuenta que siempre fui feliz porque la felicidad nunca se alejó de mí, que siempre estuve enamorado, porque el amor vive en mí, que siempre nacía porque a cada mañana le seguía un día nuevo con nuevos desafíos y nuevas experiencias, que siempre moría, porque aunque sin más tener lo necesario para vivir quise más y más… y buscando lo material mis preocupaciones me rodearon, mi cuerpo se arqueó y hasta había creído que mi alma había muerto"
"¿Y que fue de mí…?"
"Sino, comprender que la vida empieza ahora dejando todo atrás, todo lo que creía importante… dejando todo: mis amores, mis ropas, mis artefactos, mis pertenencias, mis palabras, mis legados, mis caprichos, mis lugares, mis signos, mis miedos… todo"
"Y sonrío levemente primero; y no puedo dejar de reír a carcajadas entre lágrimas"
-¡Soy feliz! -grito y bailo bajo la luna y el mar. ¡Soy feliz!

-¿Abuela…? ¿Abuela? –preguntó la niña.
-Si hija –respondió la vieja mujer con paciencia, mientras enjugaba sus lágrimas-.
-¿El abuelo es feliz donde fue?
-Si… si querida... es feliz, porque se fue con Dios, se fue al cielo...
La pequeña miró a la anciana con cierta extrañeza.
Caminó hasta el centro de la sala; primero, miró de lejos el féretro de su abuelo y luego caminó hacia un sofá, se puso de pie en él y miró a través del gran ventanal hacia la playa y el mar.
Jamás había visto a su abuelo tan feliz, danzando bajo la luna, con los brazos extendidos, saltando, bailando y riendo.
Entrecruzó sus manitas nerviosamente y riendo saludó a su abuelo con cariño; el viejo, la saludó, y llenó de besos el aire.
Bajó del sofá y caminó despacio hasta donde se encontraba su padre, sin dejar de mirar a su abuelo bailando al compás de los delfines.
-Papá, papi... tengo que decirte un secreto -susurró la niña-.
Su padre se colocó en cuclillas e inclinó su cabeza para escuchar.
-Descubrí, que el cielo empieza en el mar... de madrugada... -dijo.