6/3/11

EL VIAJE II

  
Autor: © Jesús Alejandro Godoy

...Cuando la golondrina alzó vuelo batiendo sus alas con un sonido quedo, el maestro bajó la mirada a sus manuscritos y suspiró levemente. El discípulo miraba el irse del ave, cuando el maestro le preguntó:
—Ahora que has vuelto de tu viaje; dime ¿Qué es la belleza?
—la belleza es la búsqueda permanente del que se considera poco agraciado y la bendición del que la posee; más, la belleza es una sola, y dispersa está en los ojos de quienes la aprecian como tal. Algunos, verán belleza en el felino cruel al momento de matar; y otros, en el viento indómito haciendo bailar las olas en un océano tempestuoso; otros, verán belleza en el cuerpo desnudo de su amada o en la sonrisa de su hijo. Sin embargo, toda belleza es pasajera —miró nuevamente hacia la ventana desde donde se apreciaba el gran Himalaya y continuó—: porque finalmente, el felino comerá y luego expulsará a su presa a través de su cuerpo, el viento cesará y el océano visitará el silencio; la amada se vestirá y no quedará de ella nada más que la estela de su perfume; y el hijo, finalmente fruncirá su ceño y se irá con su alegría hacia otros momentos...
El maestro sin levantar la vista, asintió con un leve ademán de su cabeza y volvió a preguntar:
—Entonces, ¿Qué es la belleza?
—La belleza es, saber que no se es poseedor de ninguna belleza y ser consciente, de que todo cesará en algún momento: no se es jamás enteramente bello y tampoco enteramente poco agraciado; la fealdad como la belleza son las notas de una misma sinfonía y los componentes secretos del vino más exquisito. No existe una sin la otra ¿Cómo saber si alguien o algo es bello, sin haber degustado la fealdad? ¿Cómo saber si la fealdad no es en sí, la facultad que Dios esconde en las almas que son más complejas y bellas? ¿Cómo saber si no es en realidad la belleza, el desconcierto que asume el cuerpo mientras el alma muere a merced de algo que se irá a través de los años? La belleza es simplemente, como todo don, un regalo que prontamente dejará de servirnos y nos dejará desnudos para que nos vean tal cual somos... Pobre de aquellos que elijan a través de la belleza porque conocerán la verdadera fealdad; pobre de aquellos que elijan a través de la fealdad, porque jamás verán sus manos colmadas de momentos alegres. La belleza, maestro —agregó el discípulo con una sonrisa—, es el viento que hoy nos toca la frente y sigue su camino hacia el río, hacia la montaña y se pierde por ahí, hasta que desata las vendas de los ojos de alguien que un día se cruzará en nuestro camino y nos verá tal cual somos: desnudos, en el tiempo; y si ése ser nos sigue eligiendo, ése será nuestro regalo más preciado... Ésa es la única belleza.
El maestro sonrió levemente. Sin mirar al discípulo tomó la taza de té entre sus manos, dio un sorbo pequeño y volvió la mirada a sus escritos, pero ésta vez, tomó su pluma y empezó a escribir pausadamente.
—Ahora que has vuelto de tu viaje, dime ¿Qué es, tener?
—Poseer es no poseer nada; tener, es saber que no se tiene nada en realidad, porque todo lo que tenemos a sido conseguido con nuestras ciencias, nuestro esfuerzo y conocimiento, y todo lo que hemos conseguido a través de ellos, como nuestras casas, nuestro dinero, nuestro automóvil, y nuestras más preciadas posesiones, es del tiempo y de los días que poco a poco los van consumiendo; sin embargo, nuestro saber es imperecedero hasta el fin de nuestra historia y con él, podremos siempre conseguir más casas, más dinero, más automóviles y más posesiones, si es, que en algún momento las hubiéramos perdido. Es así, que nuestro saber es irremplazable, y sin bien, en algún momento él viajará hacia el éter con nuestra conciencia, es el único medio para conseguir tener.
El maestro escribió algo y asintió con su cabeza. Alzó la vista y miró hacia el gran ventanal. Había empezado a nevar, era la primera nevada desde que el discípulo había regresado de Argentina.
—Entonces dime... ¿Qué es tener? —preguntó el maestro sin dejar de mirar como caían los primeros copos de nieve—.
—Tener, es saber que somos un medio pasajero para hacer cosas en el mundo; tener, es conocer el fundamento de que no tenemos nada, ni aún lo externo que los demás ven de nosotros, ya que eso también es de los días... Tener, maestro, es liberarse de las ataduras de lo material; y llevarse; como único regalo al momento de partir, lo que se tiene en el alma, donde se guarda el verdadero secreto de tenerlo todo y a la vez, donde se guarda el secreto de no ser dueño de nada en absoluto.
El maestro sonrió.
—Ahora que has vuelto de tu viaje... —el maestro hizo silencio, extendió la mano y el discípulo lo miró expectante, esperando una nueva pregunta—, ¿Me podrías dar un poco más de ése manjar al que llamas dulce de leche?
El discípulo sonrió e hizo una reverencia.
Se puso de pie, y mientras caminaba hacia su morral, el maestro le preguntó:
—Y ahora que has vuelto de tu viaje, dime, ¿Qué es viajar...?
El discípulo sabía, que las preguntas de su maestro recién estaban empezando. Sonrió.
“Pronto oscurecerá” pensó. Volvió, se sentó frente a su maestro en posición de flor de loto, colocó el dulce frente a sus pies, suspiró y empezó a decir:
—Viajar...

El viento, fuera, empezó a soplar con fuerza llevando en su canto la belleza de una sinfonía; mientras que, muy cerca de allí, un monje ya anciano, daba su último suspiro con una enorme sonrisa y en paz, pues sabía muy bien, que su alma viajaría ahora completa, repleta de lo más importante que se podía tener.

2 comentarios:

InfiniteCrazy dijo...

Dejar la mente, dejar la ilusión es encontrarse con la belleza de la libertad. ¡¡Pero dejar el dulce de leche!!! Imposible. Me ha gustado mucho tu entrada.

Jesús Alejandro Godoy dijo...

Muchas gracias Infinite por pasar por aquí y dejar tu mensaje, y muchas gracias por leer la segunda parte de El Viaje; pronto, editaré la 3era parte; espero, que también sea de tu agrado.
Que sigas muy bien.

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